LA IMAGINACIÓN AL PODER
Narrar es desafiar lo real, torcerlo, ampliarlo, romperlo en mil pedazos y recomponerlo con una lógica propia. La imaginación no es un escape, sino una toma de posición: un gesto de resistencia contra lo dado, un ejercicio de libertad donde el lenguaje deja de ser mero instrumento y se convierte en territorio. Imaginación al poder, sí, pero no como consigna vacía, sino como fuerza vital que quiebre los vitrales del sentido común.
Cada historia es una posibilidad inédita, una mutación del mundo tal como lo conocemos. Escribir narrativa es expandir los límites de la experiencia, atravesar tiempos y geografías, encarnar otras voces, otros cuerpos, otros destinos. No hay relato sin un pulso vital que lo atraviese: la ficción es el laboratorio de la sensibilidad humana, el lugar donde se ensayan futuros, donde se reescriben pasados, donde lo imposible encuentra su modo de existir.
Pero no nos quedaremos solo en la teoría. A través de ejercicios prácticos, cada participante dará forma a su propio personaje, explorando sus matices, su lenguaje, su historia secreta. Porque escribir es, al fin y al cabo, darle carne y voz a lo imaginado.
No se trata solo de contar historias, sino de reinventar el mundo en cada línea. Porque donde hay relato, hay potencia. Y donde hay potencia, la imaginación toma el poder. Que irrumpa con su oleaje de signos y espejos en la plaza de lo posible. Que encienda las páginas y las plazas, los úteros y los archivos, los ojos que se creían vencidos y las lenguas dormidas de los pueblos. Que se levante como insurrección del deseo, como gramática salvaje en la sintaxis de la historia. Porque donde falta pan, sobra símbolo. Y donde todo parece clausurado, la imaginación abre con llave de trueno.
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