LA IMAGINACIÓN COMO ÓRGANO DE LECTURA
¿Qué órgano usa la humanidad para leer el mundo? ¿Los ojos? ¿La razón? ¿O es la imaginación quien, en su indisciplina, abre las puertas del sentido?
La imaginación no es evasión, ni capricho. Es, como diría Paul Ricoeur, un modo profundo de comprensión. Es la potencia de ver lo posible en lo real, de abrir lo dicho hacia lo no dicho. En este tiempo de algoritmos, donde los datos se acumulan y se ordenan sin alma, la imaginación es resistencia: no contra la tecnología, sino contra su monotonía.
No temamos a la IA. Temamos, en cambio, al olvido de imaginar. Temamos no ejercitar esa función vital que nos permite volver a mirar como si fuera la primera vez. La imaginación no es una facultad decorativa: es nuestro músculo más político, el más hondo. Leer imaginando es leer críticamente. Es decir, leer transformando.
Por eso, escribir en estos tiempos no es solo crear textos. Es insistir en una forma de leer el mundo con cuerpo, con historia, con deseo. Y eso, no se automatiza.
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