OBRA PUESTA EN CAUSA
La obra, concebida como un ente que se creía inamovible, se revela hoy como una construcción en perpetua disputa. Lejos de ser un monumento consagrado a la autoridad del autor, se erige en un escenario de encuentros y desencuentros, donde la voz única se fragmenta en un coro polifónico. En este sentido, lo que antes se alzaba como un texto definitivo se descompone en un espacio de contradicción y reinvención, una invitación a la lectura que desestabiliza toda pretensión de cierre.
Desde la perspectiva de Barthes, el autor muere en el instante en que su obra se despliega en la mente del lector, quien, al apropiarse del texto, deshace y reconstituye sus signos. El texto se convierte entonces en un campo de resonancias, un palimpsesto en el que cada lectura infunde nuevos sentidos y desvela las múltiples capas que yacen bajo su superficie.
A la vez, Bakhtin nos recuerda la naturaleza dialógica de la literatura: la obra es un carnaval de voces, un diálogo inacabado en el que cada palabra se funde con la otra en un constante devenir. La integridad de la obra se ve desarmada por la coexistencia de miradas, por la polyfonía que, lejos de resolver las tensiones, las intensifica, convirtiendo la narrativa en un terreno de lucha simbólica y política.
Y como diría Pasolini, la obra, en su capacidad subversiva, se erige como arma contra la dominación ideológica. No se trata de un mero objeto de contemplación, sino de una herramienta para desmantelar los discursos hegemónicos y revelar las verdades ocultas tras el velo de la normalidad. La literatura, en este sentido, se hace cuestión, se pone en causa, cuestiona y renuncia a cualquier pretensión de neutralidad o inmutabilidad.
Así, en este acto de cuestionamiento, la obra se convierte en un proceso en constante devenir, una apuesta irreductible por el pluralismo de las interpretaciones y la emancipación del lector. El texto ya no es un depósito cerrado de significados, sino un espacio abierto donde cada encuentro —cada lectura— reconfigura su existencia, desafiando la autoridad de lo establecido y reafirmando que la verdadera esencia de la literatura reside en su capacidad para transformarse y subvertirse a sí misma.
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