RUINAS, MITOS Y REINVENCIÓN
Corría el año 1931 cuando un arqueólogo llamado F. Weindentreich asumió la dirección de las excavaciones en Java. (La fuente se me ha escurrido de la memoria, pero la escena permanece). No importa tanto el dato, sino el gesto: excavar, buscar, abrir la tierra como si el pasado todavía estuviera vivo.
Los largos viajes que recorremos al leer —geográficos, temporales, simbólicos— no deberían ser solitarios. En el zigzag de la lectura, una puede descubrir algo sobre sí misma, sobre su época, sobre el modo en que habitamos este mundo.
Leer es excavar. Y a veces, es también abrir un espacio para que los mitos nos atraviesen.
Pero para eso hace falta levedad.
Levedad en el buen sentido: no superficialidad, sino ese andar suave donde la verdad gravita sin aplastar.
Las grandes verdades no llegan cuando uno se empeña en capturarlas con la razón, sino cuando nos dejamos llevar por un tono amable, por ese hilo invisible del afecto y del aprecio que se fija en la imaginación.
Eso es lo que quiero dejar en estos escritos: no un discurso académico ni una teoría cerrada, sino el corte de algunas lecturas y el ejercicio de reinventarse a través de ellas.
No hay aquí pretensión de fijar verdades absolutas. Solo deseo que estas páginas estimulen el interés por los primeros indicios de la cultura occidental, que —como sabemos— encuentran en Grecia una de sus expresiones más complejas.
Me interesan esas narraciones que a veces son secretas, a veces mudas, pero siempre trascendentes. Porque aunque los siglos pasen, los mitos siguen ahí, respirando, ofreciendo nuevas formas de interpretar el mundo y a nosotros mismos.
Como Heinrich Schliemann o Arthur Evans —arqueólogos románticos y apasionados—, también yo quiero establecer un diálogo con los momentos germinales de la cultura. Ellos descubrieron las ruinas de Troya, Micenas y Creta, guiados por la prosa de Homero, impulsados por una mezcla de fe, poesía y audacia.
Sus descubrimientos demostraron que lo considerado “primitivo” podía ser monumental. Que barbarie y civilización no son polos opuestos, sino realidades convivientes.
La historia del hombre no es una línea ascendente.
Es una red, una mezcla, una contradicción constante.
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Los mitos no son fábulas para entretener.
Como señala J. E. Cirlot en su Diccionario de símbolos, son:
“estructuras simbólicas que revelan verdades profundas de lo humano: el dolor, la unión, la pérdida, el retorno.No se agotan. No envejecen.”
La concordancia entre los textos de Homero y los hallazgos arqueológicos ilumina algo esencial:
los mitos no se explican, se habitan.
No hay que “leerlos” en sentido moderno, sino permitir que nos interroguen con su verdad antigua y, sin embargo, vigente.
Lo clásico es eso: lo que siempre puede volver a decir algo nuevo.
Referencias
1. Cirlot, J. E.
Diccionario de símbolos. Editorial Siruela, 2002 (ed. revisada).
Entrada “Mito”: “estructura simbólica que revela verdades profundas de lo humano: el dolor, la unión, la pérdida, el retorno. No se agota. No envejece.”
2. Weidenreich, Franz (1873–1948)
Antropólogo y paleontólogo alemán. Su trabajo en las excavaciones del Hombre de Java y Pekín fue fundamental en los estudios de evolución humana. Dirigió investigaciones en el sitio de Zhoukoudian, China, en la década de 1930.
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